Praetulerim delirus inersque videri,
Dum mea delectent inala me, vel denique fallant,
Quam sapere, et ringi.
Pero es locura pensar por tal medio en rehuir la idea de la
muerte . Unos vienen, otros van, otros trotan , danzan otros, de la muerte nadie habla. Está muy bien todo esto, pero cuando el momento les llega , a sí mismos, o a sus mujeres, hijos o amigos, los sorprende y los coge de súbito y al descubierto. ¡ Qué tormentos, qué gritos, qué rabia y qué desesperación les dominan ! ¿ Visteis alguna
vez algo tan abatido, cambiado y confuso ? Preciso es prever a buena hora : aun cuando tan estúpida despreocupación pudiese alojarse en la cabeza de un hombre de entendimiento, lo cual tengo por
imposible, bien caro nos vende ella sus mercancías. Si fuera enemigo que pudiéramos evitar, yo aconsejaría tomar armas de la cobardía, pero como no se puede, puesto que nos atrapa igual al poltrón y huído que al valiente y temerario. Estamos enfrascados en el mundo, somos conciencia de, estamos siendo cosas, ocupados para distraemos de ella. Esto nos lo dice Montaigne sobre nuestra despreocupación ante la muerte, en seguida aconseja: «Enseñémonos a soportarla a pie firme y a combatirla. Y para
empezar a despojarla de su principal ventaja contra nosotros, sigamos el camino opuesto al ordinario . Quitémosle la extrañeza , habituémonos, acostumbrémonos a ella y no pensemos en nada con más frecuencia que en la muerte» tal vez nos seremos salvado de ella pero ya no nos sorprenderá.*

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